Misiva a un amigo poeta I

Anhelo que al dar lectura a mis letras, tu alma este sosegada de paz. Créeme cuando te confieso que mi heroica resistencia por vivir ha sido solo por admirar la belleza, confortarme en la soledad y sumergirme con la música de vuestros viajes. La mujer de mis sueños se ha esfumado, la fiebre no me deja, escribo frenéticamente, duermo en las mañanas, en las tardes, camino durante las noches hasta rendirme y Ella aún permanece inmutable frente a mí; le he pedido a los dioses que me deje ¿y sabes lo que me han dicho?: «Es tu castigo». Sinceramente no lo entiendo, ¿Cómo entender la divinidad en esa dimensión?. Es la noche cálida, es la sencillez del humo entre las casas pobres, es el fuego fraterno que respiro en la humedad del frío, eso me sostiene, es la ilusión que inspira mis motivos con tinta y pluma. Me despido, amigo poeta, con mi mochila llena de locura, sin saber mi destino próximo, sin saber si lo que vivo es real. No olvides escribirme desde este mundo, para saber cómo termina todo cuando venga el caos, para ir a encontrarte con mis amigos gusanos. La tierra es cálida para vivir, me lo contó Vicente que ya partió hace varios años, hace un tiempo me llamó por el viento, entre sueños estaba con Miguel, tomando mate y reían de nuestra ironía de ser libres cuando somos esclavos de la muerte. P.D. Los dibujos del otoño los dejaré en mi atril, debajo de mi manta que me regaló Juan cuando fuimos al cementerio a ver a Miguel.