Tres manzanas (sueño VIII)

Sucedía que habían tres manzanas infectadas en un cajón. Una de ellas, angustiada, trataba de salir del cajón en el que estaba: -¿No podéis resistir la fuerza de la culebrilla que nos punza sobre el costado?- decía una de ellas  que estaba al fondo, se lo decia  a la manzana desesperada que, salvo por la voz llena de suspicacia con la que preguntaba, en nada se diferenciaban. Nada respondía la fugitiva, que con más empeño trataba de salir del putrefacto lugar en el que estaban. -El temor a ser infectada se me ha pasado -se jactaba la otra manzana- lo que antes era un miedo ahora ya me es placentero, ¡déjate infectar! ¡Muramos juntas! es mejor morir en el placer que de dolor, o morir comida por gusanos, mordida por un hombre, podrida o agujereada, reventada, morir seca ¡lo mismo da! Finalmente, dijo la tránsfuga manzana ya desde el borde del cajón: “siempre sangraré en mi conciencia la muerte de vosotras, queridas hermanas, hasta el día en que de mí se diga: ‘¡caputt!’”.

Desperté...desperté pensando esa mañana que debía aspirar a ser hombre y no pudrirme en vida como aquellas tres manzanas.