Último Viaje
La vida era un vaho silente, un río tranquilo.
Adornaba su tallo el laurel
y el clavel florecía libre de pensamientos oscuros.
Aunque de veces en cuando
un canto prolongado y puro…emergía del canto de la bandurria.
La melodía del viento y el puelche negro
venían en nuestros sueños
a decirnos que un alud corría a sepultarnos.
Labrábamos la tierra
con la sangre hirviendo
y con músculos de pita triple.
Con los ojos hundidos en el polvo.
Creyendo en un cielo roto
bajo un sol despiadado.
Se esfumaron las estaciones…
comenzaron a nacer montículos de piedra, estaba escrito…
«No habrá canelo que sane nuestras heridas».
Ninguna estrella llegó, aunque esperamos por milenios.
Nos fuimos descansar en el ocre
a dormir en un blanco infinito
esperando despertar en primavera
esperando siempre con nuestra hoguera ardiendo.