Si es un sueño, despiértame; si es la realidad, dame un poco de amor... lo necesito.

Tanta sangre que se llevo el río

      Recuerdo esa noche, era el 23 de junio de 2023, cuando sonó una alarma en los celulares diciendo "evacúen Monte Grande". Sin embargo, estábamos en el Molino, un poco más afuera, y no le dimos mucha importancia. Fuimos al trabajo como de costumbre, sin preocuparnos por nada. Ya era mediodía cuando nos dijeron que podíamos regresar a casa. El trayecto en auto desde el trabajo hasta mi hogar solía ser de tan solo 15 minutos. Pero al llegar, me encontré con que no podía acceder por la calle principal. Di la vuelta y opté por ingresar por el camino trasero de la casa. Cuando llegué a la intersección de los Marcos con el río Cachapoal, me encontré con una camioneta y varios hombres observando el caudaloso río. En medio de esa escena, presencié una discusión entre dos hombres. Uno de ellos, lleno de rabia, propinó un puñetazo al otro, lanzándolo directamente al río. Sin pensarlo dos veces, el agresor se lanzó sobre su oponente, golpeándolo repetidamente mientras lo sumergía en el agua turbia y contaminada que fluía impetuosa. Fue un momento de violencia surrealista.

        Decidí dar media vuelta y regresar hasta la mitad de la cuadra, donde encontré un callejón que daba a mi casa, pero por el lado de los vecinos. Dejé el auto ahí y entre caminando, A medida que avanzaba, el agua alcanzaba ya mis tobillos, apresuré el paso y llamé a un amigo que tenía una camioneta para que nos ayudara a rescatar a mi esposa y a nuestra hija de tres meses y medio. El caos se desataba a mi alrededor. Encontré a Nicoll buscando frenéticamente algo de ropa para la Amy. Las mochilas de emergencia estaban preparadas de febrero, por los incendios de verano, pero no con ropa de bebé. Desde la ventana, pude ver cómo el agua avanzaba implacablemente hacia nuestra casa, cubriendo hasta el último rincón. Intenté desmontar la cuna de la bebé, pero no pude. Ahora me pregunto por qué intenté hacer eso si no era de crucial importancia. Entonces vi  a mi esposa con nuestro diario de vida  intentando guardarlo en una mochila, pero no podía, le dijeque  dejara atrás nuestros recuerdos y que era hora de irnos, de partir inmediatamente. Tomé a nuestra hija en mis brazos, la envolví en un cálido chal de lana y salí con ella, sintiendo el agua alcanzar ya nuestras rodillas. Mi esposa me siguió de cerca mientras cruzábamos la casa de nuestra vecina. En ese momento, llegó mi amigo Alexander en su camioneta blanca. Rápidamente subimos a Nicoll y Amaral. ¿Adónde las llevo? -me dijo Alexander-. Adonde la Mary -dije sin dudar- y les pedí que se fueran, mientras yo decidí quedarme un poco más, pues en mi pensamiento en ese momento, debo confesarlo, dije para mis adentros: "le haré pelea". Ingenuidad pura.

         Regresé corriendo y comencé a sacar algunas pertenencias. Saqué los equipos de radio y las computadoras y los dejé en el maletero del auto. En ese momento, se unieron cuatro amigos más, incluyendo mi hermano Victor y Benjamin, su amigo. Juntos, empezamos a romper la cerca del patio trasero, estaba haciendo un dique pues había una cerca cubierta de enredaderas que creció sobre una malla. Rompimos la malla con unos alicates, pero en un descuido, se me cayó al agua y ya no pude encontrarlo. Mientras algunos de nuestros amigos subían electrodomésticos a la cama del dormitorio, como el congelador y la lavadora de Amaral, yo entre a  sacar los cajones de los armarios y dejarlos en un lugar mas alto. En medio de la tormenta, vi cómo algunos de nuestros amigos se retiraron, sus casas tambien se inundaban, el agua estaba cubriendo todo aquel lugar.. Quedamos Victor, Benjamín y yo. Continuamos sacando unas maderas que habíamos guardado para la leña y las utilizamos para construir una barricada en el frente y en la puerta principal de la casa. El agua seguía subiendo, mientras la lluvia caía incesantemente. Después de sacar algunas bolsas más de ropa y llevarlas campo a través, detrás de mi casa, hasta donde estaba el auto, mi hermano señaló algo ¡Aquí hay arena! -dijo- De paso había una bodega inundada con sacos, tomamos algunos de ellos y decidimos llevarlos por unos 300 metros, llenarlos con arena y volver con ellos y dejarlos en la puerta de la casa sobre unas bolsas para sellar las entradas. Sin embargo, el agua logró ingresar por la última puerta, la que daba al baño. Comenzó a inundarse todo. En ese momento, nos dimos cuenta de que ya no podíamos hacer nada más. Debíamos irnos. No sentia las piernas, mi piel estaba congelada, busque un pantalón y polerones en mi clóset, logré secarme subiendo a unos de los sillones y darle un poco de calor a mi cuerpo, tuve que ponerme los mismos zapatos mojados y volver a lanzarme al agua. Cerramos las puertas de los dormitorios y dejamos a nuestros gatos, Benji y Charly, sobre las camas, encomendando a Dios sus vidas. Simplemente no querían entrar en la jaula que teníamos preparada. Empezamos a salir, el agua nos llegaba a la cintura, pero ahora había corriente. Avanzamos hasta llegar al auto. Logramos sacar ropa de bebé, un poco de ropa para mi esposa, la guitarra y los equipos de radio. Los recuerdos de Nicoll los dejé en un lugar alto, esperando que el agua no los alcanzara. Encendí el auto, ingenuamente creí que podría salir por el mismo camino. Pero no... ese camino estaba bloqueado. Había un camión atravesado y ya no se podía pasar. Retrocedí rápidamente y comencé a avanzar por el camino de Huneus Salas, siguiendo la corriente. El agua empezó a arrastrarme, a veces parecía que flotaba, y en otros momentos sentía que las ruedas se aferraban al terreno. Pero no había salida. Fue entonces cuando vi un callejón a la derecha del camino, ahora convertido en un río de barro y turbulencia. Las ruedas se aferraron y logré salir del caudal. El motor no se detuvo y quede en un punto donde el agua aún no llegaba, aunque quedamos bloqueando el camino. En ese momento me encontré con Rodrigo, el padre de Bárbara, una de mis alumnas de informática. Le pregunté si era el padre de Bárbara y  respondió afirmativamente. Habló con voz calma y dijo: “A su auto no le pasará nada”. Sacó su camioneta del lugar mas alto y permitió poner mi auto en su lugar, arriesgando que su camioneta se inundara. Yo me quedare aqui, se lo cuidare -dijo- Fue un gesto realmente sorprendente, encontrar a personas dispuestas a ceder su lugar en medio de esa situación crítica no es algo que se encuentre ni siquiera de casualidad. En ese momento paso una camioneta gigante avanzando rio abajo, cargada con lavadoras, le pedimos si podia llevarnos y la señora que manejaba dijo: ¡Suban! nos comenzó a llevar rio abajo, se armó un taco con todos las camionetas y autos que intentaban huir, en ese instante la conductora de la camioneta se lanzo por lo que se suponia que era la vereda, y comenzo a adelantar a todos sin importar si nos volcabamos, en ese minuto pense para mis adentros: "Debimos salir antes". mi hermano Victor gritó: ¡Afirmense bien, se puede volcar! Nos agarramos lo mejor que podiamos,  logró pasar por el costado de todos esos vehículos atorados en el taco  el agua y el barro. La conductora se detuvo en una villa que había de paso, dijeron que debían rescatar a unas personas ahí, nos bajamos y seguimos nuestro camino río abajo. Se hacía pesado caminar por el agua y el barro.

        Cuando llegamos a Loreto, era un caos total, los bomberos intentaban sacar a personas postradas, a los abuelitos en silla de ruedas, y la gente hacia barricadas en su casas para que el agua no les entrara, seguimos caminando y  nos encontramos con Alexander que había rescatado a mi esposa y mi hija. Él había estado ayudando a otros amigos y ahora se dirigía río arriba para rescatar a Elenita su esposa. Me dijo que levantara la barrera, aunque estuviera prohibido el paso, ya que no llegaría de otro modo. Le levanté la barrera y siguió su camino contra la corriente y contra todos los vehículos que intentaban escapar.

       Continuamos nuestra travesía y salimos a la calle de La Línea por la Estación. La corriente era poderosa y debíamos tener fuerza para cruzar. En ese momento, presa de la adrenalina, grité a mis compañeros: "¡Vamos, vamos! ¡Lo lograremos!". (Creo que igual exageré un poco la arenga) Había un hombre colgado de una pandereta, era un chico flaco y alto, todavía me pregunto qué hacía allí. Victor nuevamente nos alertó dijo que habia sentido escombros en sus piernas y podía herirnos. Por fin llegamos al paradero de La Estación, en ese minuto nos llenamos de esperanza, por fin estábamos saliendo a un lugar seco, íbamos a sobrevivir, dejamos a Benjamín allí con las pocas bolsas que llevábamos. Luego regresamos dos o tres kilómetros por la carretera hasta el Molino para buscar el auto de mi hermano, lo había dejado a un lado de la carretera, en un lugar seco. Corrimos todo el trayecto. Regresamos y recogimos a Benjamín. Recuerdo ver a un señor mayor solo en el paradero, hablando solo y completamente empapado, esperando a que alguien lo viniera a buscar. La situación era desesperante.

        Nos fuimos de allí hacia la casa de Marcelo, Mary y su hija Cata, en el cerro. Ahí habían dejado a Nicoll y a mi hija Amaral. Nos encontramos vivos, a salvo, era un alivio. Aún estábamos confundidos. Estuvimos unas cuatro horas luchando contra la corriente, empapados y embarrados.
        Tuvimos que convencer a mi hermano de que no regresara, ya que sería muy peligroso hacerlo de noche. Marcelo había hecho un fogón y la casa estaba cálida. Mary, con todo el amor del mundo, nos brindó consuelo y comida. Sin embargo, nuestra preocupación era enorme por los demás. No sabíamos nada de nuestro amigo Alexander y su esposa. Esa noche casi no pudimos dormir, la adrenalina nos mantenía despiertos, todos nuestros amigos no alcanzaron a salir, se habían quedado en sus casas en el segundo piso, esperando a que no subiera más el río. Esa madrugada pregunte a Benjamín que haria ahora, lejos de su familia y aislado, su respuesta fue: "Iniciar una nueva vida", esa respuesta me dejó perplejo, sabíamos que las aguas bajarian tarde o temprano y podríamos salir, pero lo que Benjamín dijo era una metáfora, mas tarde lo comprendi completamente.

    Esa noche, llenos de incertidumbre, encontré una guitarra en el dormitorio de Marcelo y Mary  ellos nos cedieron su habitación, afiné la guitarra y comence a cantar junto a la Nikito , "Yo vengo a ofrecer mi corazon" en parte la letra dice: ¿Quién dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón tanta sangre que se llevó el río yo vengo a ofrecer mi corazón...